#1: El Choclo de Oro

El padre Sanabria, quien por su edad escuchaba con menor cabida, esperó sin inmutarse a que el silencio regrese. Los golpes continuaron, por lo que después de algunos segundos se detuvo a mirar al joven acólito a su derecha. Rodrigo Villasante, que resplandecía en su sobrepelliz planchado, respondió con una mirada perdida.

Fiel a sus deberes sacramentales, el padre Sanabria habría continuado con la misa si no fuera porque la mayoría de sus asistentes ya estaban susurrando entre sí y hurgaban con la mirada bajo el púlpito, tratando de entender aquel sonido invasor que no pretendía detenerse.

Resignado, el Padre cubrió la hostia en la mesa, se acercó al púlpito e indicó tranquilamente:

—Lean Juan 19:38. Los invito a unos minutos de reflexión y adoración a Dios.

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